lunes, 16 de abril de 2012

HASTA EL INFINITO Y MAS ALLÁ


            Con mucho gusto acepté la misión de escribir unas cortas líneas para presentar el nuevo libro de cuentos de Lissete Lanuza.  Me dijo, así como quien no quiere la cosa, es  mi libro con los cuentos de Barcelona.  Dije, ah, sí, claro.  Los conocía, en su mayoría, en su estado original, antes de que le agregara la levadura y los pasara por el calor del horno.  Así que me interné en sus páginas y releí los cuentos que una vez habíamos compartido en la mesa de un café.

            Por supuesto, la mesa del café no tiene idea de las cosas que he descubierto.  Porque creo, amigos, que Ad Infinitum, con todo y su nombre en latín y su delicada sugerencia a la ciencia ficción, es en realidad, un libro de viajes.  Como los libros de viajes medievales.  El Medioevo era un tiempo en el que el mundo se ampliaba, y aventureros y exploradores, peregrinos y mercaderes, caballeros y misioneros, dejaron constancia de su paso por un tiempo y un lugar.  Las historias, reales o no, precisas o exageradas, llegaron a formar el imaginario de una era.  Creo que así llegó Lissete a Barcelona, en un momento en el que su propio mundo se ampliaba, lista para dejar constancia de su paso por ese tiempo y ese lugar.

            Los libros de viajes tienen características muy definidas.  Ante todo, el itinerario.  En Ad Infinitum la autora nos traza con cuidado y delicadeza una ruta que nos llevará a conocer la ciudad: Del Mercat de la Boqueria en el cuento “Mangos”, nos lleva al pueblo de Sitges, en “Disfraces”, en pleno carnaval.  Del Camp Nou, en “Tot el Camp”, pasamos por las Las Ramblas en varios cuentos, y de ahí a un improvisado viaje por París, Florencia, Viena, Zurich, y de regreso a Barcelona, en el cuento “Caminos”.  Aunque el itinerario no está predefinido, logramos seguirlo, como quien sigue un mapa animado y conseguimos internarnos en cada uno de estos lugares y descubrir sus maravillas, oler sus emanaciones, probar sus delicias y asombrarnos ante su arquitectura.

            Otro rasgo de estos libros de viaje es el orden cronológico.   Y de alguna manera, Lissete logra que veamos un arco en el tiempo, entre todos los personajes que pueblan estos cuentos.  A través de sus diferentes voces, vemos claramente y en orden, lo que significa emigrar, adaptarse, conocer, conocerse y vivir esa eterna dualidad de estar aquí y querer estar allá, estar allá y querer estar aquí.  Irse y regresar.  En cuentos como “Nostalgias”, uno de mis favoritos, este desgarro es muy palpable, y es, en sí mismo, un pequeño mapa cronológico de su experiencia. 

            Los libros de viaje también tienen algo que los identifica, y es el orden espacial.  No es solo el tiempo, es especialmente el espacio, su descripción e incorporación al relato lo que los convirtió en un documento tan popular y de tanta relevancia.  Y he aquí otra vez, que la autora, con cota de mallas y  yelmo, nos describe en cada cuento, una pequeña porción de Barcelona, nos muestra una Polaroid del paisaje.  Especialmente en el último cuento, titulado “Historias”, podemos ver Barcelona a través de los ojos de sus artistas, ya sea describiendo la locura de piedra de Gaudí en La Pedrera o La Casa Batlló; la visión surreal del ambiente desde la óptica de Dalí; las señas dejadas por Mercé Rodoreda en la Plaça del Diamant; los caminos llenos de hojas amarillas y huellas de Machado, en la voz de Serrat. 

            Una cosa más.  Los libros de viaje siempre hacían referencias a los “mirabilia”, las maravillas, las cosas insólitas e increíbles que poblaban las tierras incógnitas del este.  A pesar de que Barcelona es una ciudad llena de maravillas y que están muy bien descritas como he dicho anteriormente, creo que nuestra autora se dedica en particular a mostrar las maravillas internas de sus personajes.  La gran incapacidad para comunicarse del hombre de “Ella y Él”; la fortuita construcción de una amistad que así como llega se va en “El bus”; la seca decepción amorosa de la chica de “Medias Verdades”; los agudos e increíblemente distintos ángulos de los partipantes en una historia de infidelidad en otro de mis favoritos “Instantes en el Tiempo”. La maravilla del ser humano: real, desnuda, sin almíbares. 

            Para terminar, ahora no como un libro de viajes, si no como un Road Trip Movie, los personajes parten de punto A a punto B y en el camino sufren una transformación.  Y al final, lo importante no es el tiempo, ni el escenario, ni siquiera lo que ven o les sucede.  Lo importante es el viaje en sí.

            Lissete realizó este viaje.  Por fuera, tomó un avión y vivió un año en una intensa y extraordinaria ciudad. Barcelona guió su mano, tal vez como guió la de Ricardo Miró cuando desde ahí escribió Patria en 1909.  Por dentro, agudizó sus sentidos, se despojó de cosas inservibles, se convirtió en una narradora madura, sobresaliente, aguda . Ad Infinitum, que, debo recordarles, es su segundo libro de cuentos publicado, es un libro redondito. Un libro en el que el lector también tiene que realizar un viaje.  Un viaje a las profundidades del ser humano.  Un viaje, como dice Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá. 
           

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