lunes, 24 de octubre de 2011

Los Cantantes

Este cuento pertenece a los 
Misterios Sacros de Segunda Persona, 
pero no hizo el corte final para su publicación.   
Se los muestro igual. ;)

Hay gente que, simple y llanamente, nació para cantar.  Eso, el resto de las personas no lo soporta.  Porque cantar no es como trabajar.  Cantar no es contestar el teléfono.  Cantar no es cocinar.  Cantar no es ni siquiera como leer las lecturas. Cuando alguien nació para cantar, se sabe que es un elegido.
Además, la gente que nació para cantar disfruta cantando.  Nadie nació para contestar el teléfono, eso fue algo que le tocó hacer, simplemente.  Tal vez lo disfrute, tal vez no, pero de seguro no nació para ello. 
Usualmente, la padra no soporta que alguien realice un trabajo en la iglesia y lo disfrute.  Eso la hacer ver mal.  Por lo tanto, la padra persigue incansable e inmisericordemente a los cantantes.  “¡Esa canción no es litúrgica!  ¡El padre quiere la lista de las canciones una semana antes!  ¡No toquen instrumentos de percusión en Adviento!  ¡Canten algo menos alegre!  ¡Canten algo más alegre!”  Incluso, como es la dueña del micrófono, su voz resuena en todas las bocinas (en otro tono), lo que descalabra a los cantantes y los hace retorcerse en sus asientos. 
También hay quienes se hacen pasar por cantantes.  Supongo que alguna vez habrán oído hablar de los falsos profetas.  Estén alerta, los tiempos están cerca.  Ellos están entre nosotros y están con el micrófono en la mano.
Pero los cantantes no pueden hacer nada al respecto.  Ellos nacieron para cantar.  Hay un poder superiorísimo que los dirige.  No hablamos ya del sacerdote, de la comunidad de los santos, de los fieles difuntos.  Hablamos de uno que conocía al cantante desde el vientre de su madre, lo tocó con su dedo poderoso y lo consagró.  Ese tipo de vínculo no puede ser roto por nadie en esta tierra.
Por eso, la eterna batalla entre los cantantes y la padra es una batalla perdida.  Porque siempre llegará el momento en el que un fiel, emocionado hasta las lágrimas por un vibrato, se concentre un segundo en su oración y haga de su ida a la iglesia un verdadero acto de fe. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Carta a Mamá


  Este cuento fue publicado en la 
Revista El Guayacán
De:  Mayte Morris
Para:  María Gabriela Morris (Mamá)
Asunto:  Urgente – Necesito hablarte Mamita

Mamá:
Te escribo este correo confiando en que te conectes esta noche y lo leas a tiempo.  Sé que no te llamo muy seguido, pero necesito hablar con alguien.  Perdóname, por fa.
Mamita, ¿Recuerdas cuando era niña y lo único que quería era jugar al teatro? ¿Recuerdas cómo sentaba a mis muñecas para que fueran mi público y te hacía iluminarme con dos linternas?  En ese momento el teatro era solo una ilusión, porque yo quería ser actriz, pero no sabía lo que eso significaba.  Tanto esfuerzo, mamá, tanto estudio, tanto arrastrarme por los pisos sucios de la facultad, tantos extras que he tenido que hacer, para que al fin, al fin, mamita, me dieran mi gran oportunidad. 
Y justo ahora que las cosas parecían marchar bien, sucede esto.
Durante los ensayos todo fue miel sobre hojuelas, el director es un señor muy serio y muy estricto, pero es un maestro y he aprendido muchísimo.  Mis compañeros de elenco son espectaculares y Charlotte, la maquillista, me ha tomado bajo su protección.  La obra estaba corriendo muy bien, el vestuario es hermoso, mamita, ojalá pudieras verme en esos trajes de época con engañadora y peluca.  Me transformo, soy otra, mamá, lo que siempre soñé.  Estaba total y completamente feliz.  Hasta que entramos al teatro.
Vas a creer que estoy loca.  Pero lo que te estoy contando es la verdad y tú sabes que yo no miento.  El primer día que ensayamos en el teatro, fue raro, porque estábamos acostumbrándonos al espacio.  Cuando terminamos ya era tarde, y todos, más experimentados que yo, tomaron sus cosas y se fueron rápido.  Mamá, no me vas a creer, pero me quedé encerrada en el edificio.  Cuando salí de mi camerino, todo estaba oscuro y silencioso.  Los teatros son lugares extraños.  Hay ruiditos, hay cosas que cuelgan, protuberancias en el piso, en fin, casi no podía moverme entre la oscuridad, el miedo y los obstáculos. Ahí fue donde la vi por primera vez.  Fue solo una impresión, o una sensación, no sé bien cómo describirlo.  Sentí que alguien pasó detrás de mi.  Más bien, oí que alguien pasó detrás de mi.  Sí, escuché claramente el sonido que provoca la seda al rozar los alambres de las engañadoras.  Lo reconozco perfectamente, porque es el sonido que hace mi traje.  Se me erizó la piel, pero deseché pronto el pensamiento, primero porque era absurdo y segundo porque estaba tratando de no entrar en pánico y quería conservar la cordura.  Llamé por celular al director de escena, que me prometió venir lo más pronto posible y se disculpó por no haber comprobado que el teatro estuviera vacío antes de cerrar.  La cosa no pasó a mayores.
Pero a partir de ese momento, empecé a verla. Si estaba esperando mi turno para entrar a escena, veía con el rabito del ojo algo pasar tras de mi.  O al quitarme el maquillaje en el baño del camerino, si levantaba la vista del lavabo y me miraba en el espejo, veía en el reflejo un celaje, algo que pasaba rápido.  Charlotte trató de darme confianza, diciéndome que cualquier teatro que se respete tiene su fantasma y que solo los actores con mucha sensibilidad podían verlo.  Pero mamita, anoche, la noche del ensayo general, la vi de espaldas.  Claramente.  No huyó ni se escondió.  Se quedó de pie, en la trasescena.  Su traje era igual al mío, de seda color melocotón.  Los rizos de su peluca caían rubios, sobre su espalda.  Era igual a mi, mamita, igual a mi.  Dicen que morirse en escena da mala suerte.  ¿Será ese mi fantasma?

De:  Roberto Morris
Para:  Robertito Morris
Asunto:  FWD:  Urgente – Necesito hablarte Mamita
Tito, tu mamá está en cama desde que algún imbécil le envió esto ayer.  Por favor, fíjate si alguno de tus amigos cibernéticos puede encontrar de qué computadora salió este mail.  Y a ver si vienes a ver a tu mamá un rato.  Desde que tu hermana murió no puede dormir por las noches.  Y ahora esto. 
Papá.

lunes, 10 de octubre de 2011

La Prueba

Recolectaron muestras de la sangre con cuidado y laboriosidad.  Inspeccionaron al cristo desde todos sus ángulos, sus resquicios, su base.  Levantaron la corona de espinas.  Revisaron el techo.  Entrevistaron a los campesinos corvos, al médico rural, al sacerdote esquivo.  Se dirigieron al carro, listos para emprender el largo regreso a la ciudad, donde los esperaban el laboratorio y un sin fin de pruebas y reportes.
Antes de subir, ella se libró de su bata blanca, la dobló y la puso sobre la tapa del motor, mientras se amarraba el cordón de su zapatilla.  Al levantarse, se encontró de frente con una gran mariposa azul, que abría y cerraba sus alas sobre la bata.  Permaneció inmóvil, mientras su corazón, más que palpitar, corría desbocado.  Alargó la mano.  La mariposa revoloteó y se posó, por breves instantes, en su dedo índice.  Él, que conocía sus fobias mejor que la fórmula del agua, congeló una mirada bifocal y sonrió ante la irrefutable comprobación de un absoluto milagro.