domingo, 27 de noviembre de 2011

Métodos

Cuando se le ocurría una idea para una historia, se echaba una piedrita al bolsillo, como recordatorio.  Al principio regresaba de sus paseos matutinos con una o dos piedritas, pero pronto el método probó ser infalible.  En poco tiempo ya las ideas no se le ocurrían a él, si no a las piedritas. Fue limpiando los caminos hasta dejarlos en polvo seco y duro, en tierra apisonada.  Las piedritas se acabaron y los bolsillos de su pantalón se llenaron de huecos.  Entonces empezó con las hojas de los árboles. 

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sin Título #1


En mi sueño yo contesto el teléfono y una persona me pregunta por alguien que no conozco.  Es una voz de mujer, y se trata de un tema formal, algo de negocios o de trabajo, no sé.  No recuerdo las palabras, sólo recuerdo adquirir la conciencia de escuchar soledad pura por el auricular.  En mi sueño pienso en lo triste que tiene que estar esta persona para lograr que se le escape la soledad a través de palabras. 
Luego ya no estoy en el teléfono.  Estoy en un banco y sigo hablando con la misma persona, pero ahora cara a cara.  Solo nos separa un escritorio lleno de papeles.  Miro sus ojos.  No los conozco, pero son los ojos más tristes que he visto dormido o despierto.  Pienso: “Estos son los ojos más tristes que he visto, dormido o despierto”.  Pienso: “Estoy soñando con una mujer triste que no conozco”.  Ella sigue inmersa en su explicación de tasas e intereses, en su firme aquí, en su permítame su cédula.  Pienso: “Quiero sacarla de aquí, llevarla a ver el mar”.  Eso pienso, llevarla a ver el mar.  En mi sueño, afuera del banco hay rocas, y más allá de las rocas está el mar.  Quiero sacar a la mujer triste del banco para que vea el mar, porque, en mi sueño, el mar es la cura para la tristeza.  Cruzo la puerta del banco, veo claramente al guardia de seguridad que me dice déjeme revisar a la mujer triste que lleva en su bolso.  Abro mi bolso y sólo hay un cuaderno de apuntes y mi celular, que suena.  Contesto.  Es la mujer triste del banco que me habla de cuentas corrientes, de depósitos a plazo fijo.  Me siento en una roca frente al mar, afuera del banco.  Cierro el celular y vuelve a sonar.  Abro los ojos, estoy en mi cama.  Suena el teléfono.  Contesto.  Es una mujer triste que me quiere vender un fin de semana frente al mar.  

lunes, 7 de noviembre de 2011

I N D I G E S T I O N

Vivir frente al mar te enseña muchas cosas.
Vivir frente al mar te enseña la futilidad de las preocupaciones.
Pero sobre todo te enseña a ceder el control.

A aceptar y a contentarse.
El mar todo lo limpia.
Hasta un cerebro enmarañado.  Hasta una tristeza oscura.
Mi Caribe me devuelve cada día sacos de basura.
Entre eso, este poema.









I N D I G E S T I O N

Algo que comió
le ha caido mal.
Vomita
sobre mi alfombra de centavos.

Reviso.
Botellas de agua, todas con sus tapas
cuidadosamente enroscadas por la mano criminal.
Sogas y redes, disfrutando de una merecida jubilación.


Artículos inexplicables, sacados de contexto
para
convertirse
en
tristeza.

Y cientos y cientos de zapatos viudos.

Temo que esté tramando
un maratón de peces,
un batalla de pulpos,
o algún otro acto vengativo.

A pesar del miedo
lo admiro:
tiene buen color.

martes, 1 de noviembre de 2011

Tío Conejo y El Repicador

¿Ustedes han oído a la abuelita decir alguna vez “Ese que va ahí… sabe más que Tío Conejo”?  Es que Tío Conejo, sabe mucho.  Sabe tanto que durante su larga vida pudo salvarse más de una vez de las garras del Tío Tigre, del Tío Lagarto y de la Tía Zorra, e incluso una vez en Taboga me contaron, que hasta de la Tía Ballena.

Pero, llegó el día que Tío Conejo se puso muy enfermo. Entre sueños y delirios pensó:  - “Ayyy…he vivido grandes aventuras.  He engañado a algunos para salvar mi pellejo y me he reído de casi todos, pero una gran tristeza embarga mi corazón.  Tengo que idear un plan para volver a escuchar un tamborito.”-

En esas meditaciones estaba Tío Conejo, cuando llegó a visitarlo el Repicador.  El Repicador era un niño de muy buena familia, bien educado, siempre dispuesto a ayudar a los demás,   Como siempre, venía a visitar a Tío Conejo para saber de su salud, pues hacía meses que lo veía decaído.

-Tucutuplá tuplá- ,dijo el Repicador, que en el idioma de los instrumentos de percusión quiere decir: “Hola, Tío Conejo, ¿còmo estás?”

Tío Conejo lo miró con ojos tristes y le contestó: “Mal, muy mal.  Mi tiempo sobre esta tierra se acaba.  Y antes de irme, quisiera volver a oír una vez más un tamborito.”

“¿Un qué?”, preguntó, alarmado, el Repicador.

Tío Conejo, con su intuición característica, comprendió enseguida que el Repicador era la solución a su problema.  Y puso en marcha un plan.  Empezó a revolver su rancho, actuando como un loco: sacudió la hamaca, buscó debajo de las pailas, adentro del pilón, en lo motetes, y finalmente explicó: “¡Se me ha perdido el tamborito!  El tamborito es la música de estas tierras.  En mis tiempos lo bailábamos, haciendo una ronda, cantando y aplaudiendo.  Las parejas saludaban al tambor más importante haciendo una venia.  Pero desde que se me perdió, ya no se baila, ya no se canta, ya no se toca.  Y eso me pone muy triste.”

Mientras decía esto, Tío Conejo utilizó toda su fuerza de voluntad para que los ojos se le llenaran de lágrimas.  Y, fíjense si es vivo, que lo consiguió, mejor que un artista de cine. 

“¡Pues yo lo voy a encontrar!”, dijo muy dispuesto el Repicador saliendo del rancho de Tío Conejo. 

Caminó un poco... tucutuplá... y decidió ir a consultar a la persona más sabia del pueblo:  El tío Rabel.  El tío Rabel era un violín criollo, viejo, viejísimo, y que se creía de muy alta alcurnia.  Siempre se llenaba la boca diciendo que sus ancestros venían de Europa, por eso las Hermanas Maracas no lo podían ver ni en pintura.

Chacachachá chacachachá, decían a coro, que en su idioma quiere decir: “¿Y quién dijo que venir de Europa es mejor que venir de estas mismas tierras?  Nuestros ancestros son los indios que vivían por aquí y estamos muy orgullosas de ellos.”
“Bah”, contestaba el Tío Rabel, tensando su arco, “qué saben ustedes dos, calabazas rellenas de semillas”

Y se formó la pelea:  Chacachachá chacachachá tuiu tuiu tuiu chacachachá.

El Repicador llegó en medio del alboroto: “¡Al Tío Conejo se le ha perdido el Tamborito y tengo que encontrarlo!”  El Tío Rabel se rascó la cabeza y las Hermanas Maracas, se miraron la una a la otra.  

El Repicador suplicó:  “Por favor, Tío Rabel, tú eres el más sabio de estas tierras”, dijo, dándole donde le dolía al viejo violín-.  “Sí tú no puedes darme señas de dónde encontrar al Tamborito, el Tío Conejo se irá de este mundo sin cumplir su sueño”. 
“Vamos donde Doña Cantalante, ella sabrá cómo encontrarlo”, dijo el Tío Rabel.
Y las Hermanas Maracas, que aunque eran muy perequeras tenían un corazón de oro, se unieron al grupo.  

Tucutuplá chacachachá chacachachá tuiu tuiu tuiu 

Doña Cantita, así le decían de cariño, estaba en su rancho desgranando guandú.  

Ajéeeee ay ombe...

La anciana se asombró al verlos, “Je, ¿ustedes por aquí?”.

Chacachachá chacachachá tuiu tuiu tuiu tucutuplá chacachachá, tiu tiuui...

Doña Cantina trataba de calmar el escándalo:  “A ver, uno a la vez, que si hablan todos juntos no se les entiende nada.”

Finalmente el Repicador contestó: “¡A Tío Conejo se le ha perdido el Tamborito!” 
El Tío Rabel replicó: “Y queremos encontrárselo porque está muy enfermo”.
“Y usted es la única que nos puede ayudar, doña Cantita”  dijeron las hermanas.

Doña Cantalante entornó los ojos.  El tamborito había sido su vida por muchos, muchos años.  Y cuando desapareció, ella también se sintió triste, pero se dedicó a cuidar a sus nietos, a ordeñar su vaca y a pilar su arroz.  -A mi también se me ha perdido el tamborito -dijo-  ¡Voy con ustedes a buscarlo!  Vamos a casa del pujador y de la caja, ellos deben saber algo.

Chacachachá chacachachá tuiu tuiu tuiu tucutuplá tuplá
A buscá el tamborito voy, a buscá el tamborito voy…

Llegaron todos juntos a casa del Pujador y de la Caja.  Los encontraron discutiendo

- Pum pum-  -pleque pleque-

“Bueno ¿y ustedes por qué pelean?”, preguntó el Repicador
“Pregúntaselo a él”, contestó furiosa la Caja, “hace años que no me habla”.
“¿Que no se hablan?  ¿Pero ustedes no son hermanos?”, preguntaron las Hermanas Maracas que no concebían la vida la una sin la otra.
“Es que un día ella dijo que mi voz estaba grave, y si mi voz está grave, pues, ya no quiero usarla más”, dijo tajante el Pujador.
“Pero qué tonto eres.  Yo no dije que tu voz estaba grave, yo dije que tu voz es grave.  La mía es aguda -pleque pleque- y la tuya es grave -tun tun-.
“Es verdad”, dijo el Repicador, “y la mìa es más aguda aún”: -tucutuplá-
-Ah, caray, yo creí que…-, dijo apenado el Pujador y las risas de todos impidieron que terminara la frase.

Cuando al fin, terminaron de reírse, doña Cantita dijo: “Bueno, ahora sí estamos listos, vamos para el rancho de Tío Conejo.

“-¿Pero y el tamborito?  ¡Aún tenemos que encontrarlo!” - dijo alarmado el Repicador.
Y Dona Cantita, muy contenta, le respondió: “Vamos pequeño, creo que ya lo hemos encontrado”.
Y emprendieron todos juntos el camino de regreso a casa.

FIN

EPILOGO:
Tío Conejo se sintió tan feliz de que hubieran encontrado el tamborito que se le quitaron todos sus males, que al final resultaron ser solo una indigestión por comer demasiados bollos de maíz nuevo.  En cuanto se mejoró, ofreció un baile en su rancho al que asistieron, además de nuestros amigos, los animales del monte y algunos otros instrumentos típicos como el socavón, el guiro y la mejoranera. 
Ese día, durante el baile, el Repicador dió los tres golpes del tambor y los bailarines le hicieron la venia.  ¡Fue una fiesta espectacular!





Sonajero:
Es conocido como guiro o guaracha. Se fabrica con el fruto del churuco también conocido como una especie de calabazo, se le hacen hendiduras más o menos paralelas en dirección horizontal, las cuales se friccionan o rascan con una pieza que se hace con alambre, algunos utilizan en tenedor de comer u lo aplanan y el lado de trinche se usa como rasgador.

Bocona o Socavón:
Guitarra un poco más pequeña aunque menos delgada, tiene solo 4 cuerdas y su utilidad para acompañar los bailes es de las mejores.

Mejorana o Mejoranera:
Especie de guitarra alargada hecha de cedro tiene cinco cuerdas para su mejor sonido.

Rabel:
Es un violín criollo de tres cuerdas y al igual que los violines se tocan con un arco, este instrumento lleva la melodía con sus acordes suaves.

Acordeón:
Instrumento que a pesar de no ser de nuestra región, es parte fundamental de nuestra música y es un instrumento que se estira y encoge produciendo sonidos que llevan sazón y ritmo.

Pujador:
Instrumento de sonoridad más grave o baja, muy útil como acompañante al igual que la caja y el repicador donde se toca es piel de vaca y solo lleva un lado, el de arriba, en la parte de abajo es hueca.

El Repicador:
Es un tambor de cuñas con parche por un lado, es de efecto sonoro agudo y sirve para dirigir las parejas en el baile.

Las Maracas:
Se confeccionan con calabazas a las cuales se les saca el interior del fruto y se rellena con piedras o frijoles y se le ajusta un palo para que haga las veces de un mango que al agitarse, produzca un sonido que sumado al de otros instrumentos hace que se escuche agradable.

La Caja:
Tiene parches por los lados, se toca con bolillos. Es un instrumento cilíndrico y a la vez hueco, en el caso panameño esta cubierto con cuero en un extremo, amarrado con sogas y se acuña con trozos de madera pequeños. Existen muchas clases de tambor, las cuales tienen funciones específicas dentro de la música típica. Varían en forma pero la confección es igual.