Vivir frente al mar te enseña la futilidad de las preocupaciones.
Pero sobre todo te enseña a ceder el control.
A aceptar y a contentarse.
El mar todo lo limpia.
Hasta un cerebro enmarañado. Hasta una tristeza oscura.
Mi Caribe me devuelve cada día sacos de basura.
Entre eso, este poema.
I N D I G E S T I O N
Algo que comió
le ha caido mal.
Vomita
sobre mi alfombra de centavos.
Reviso.
Botellas de agua, todas con sus tapas
cuidadosamente enroscadas por la mano criminal.
Sogas y redes, disfrutando de una merecida jubilación.
Artículos inexplicables, sacados de contexto
convertirse
en
tristeza.
Y cientos y cientos de zapatos viudos.
Temo que esté tramando
un maratón de peces,
un batalla de pulpos,
o algún otro acto vengativo.
A pesar del miedo
lo admiro:
tiene buen color.
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