miércoles, 17 de agosto de 2011

Mentiras Verdaderas

La verdad, verdad, hoy quiero escribirles sobre la verdad. O sobre la mentira. O, lo que es lo mismo y también todo lo contrario, sobre la ficción y la realidad.
Pues qué creen. Una vez graduada de la escuela me encontré con que mi mamá esperaba que yo fuera a la universidad. ¡Y estaba incluso dispuesta a pagármela! Yo dije, bueno, total, ni que hubiera filas de gente para contratarme... y fui a la universidad y estudié una carrera muy graciosa que se llama Comunicación Social, en la que uno aprende un poquito de todo y mucho de nada.
Allí aprendí (a grandes rasgos, ya les dije que solo aprendí un poquito de todo) cómo funcionan los medios de comunicación. Esto fue lo que aprendí en mi primera clase de periodismo: La objetividad no existe. Y yo pensé, qué raro, uno que siempre oye que los medios y los periodistas deben ser objetivos... y resulta que no. Que desde que uno hace una elección consciente de palabras y escoge, por ejemplo, escribir hogar en lugar de casa, ya está poniendo algo propio. Que al periodista le resulta imposible abstraerse de su marco de referencia. Ahí fue donde empecé a sospechar. Luego, un día durante una clase, uno de mis profesores de periodismo nos contó cómo un periodista muy famoso, que escribía glosas, publicó que cierto personaje ilustre de Penonomé era buscado por una gran deuda. El personaje, un hombre muy honorable, llamó indignado al periodista, y este le contestó que lo que pasaba es que él lo había llamado inútilmente varias veces, y que sabía que si publicaba eso, le iba a devolver la llamada. Y, bueno, que lo que él quería era recibir las dos cajas de cerveza que le había prometido en un juego de pelota el ilustre señor.
Ahí dije, nos fregamos. ¡Las noticias mienten!
Luego, con los años me he dado cuenta de que todo funciona al revés. Porque en la literatura, en el cine, vamos, en la ficción, partimos de la base de que estamos contando una historia falsa. ¿No? Pero en realidad, las grandes obras clásicas descansan siempre sobre verdades universales. Por eso son grandes obras clásicas.
Así que, sí, las películas, las novelas, los cuentos, las canciones, tratan sobre escenarios improbables, personajes increíbles, historias inverosímiles... ¡Pero cuentan grandes verdades! Como Romeo y Julieta. Como La Guerra de las Galaxias. Como Cien Años de Soledad. Como Ciudadano Kane.
Pero sigue existiendo algo que dice la verdad al decirnos que miente. Y lo creemos, a sabiendas y felices. Y gastamos dinero, mucho dinero, convenciéndonos de que esto que sabemos que es mentira, es verdad. Se trata de la publicidad.
Y no porque promete cosas que los productos no pueden cumplir. Lo que pasa es que promete un mundo que no puede existir. El mundo en el que las mamás preparan la cena en una cocina hermosa, con todos los miembros de su familia sentados a la mesa, bien peinados y sonrientes. Ese mundo en el que la comida siempre es deliciosa y hay que saborearla haciendo mmmm... y asintiendo con la cabeza.... Ese mundo en el que el esposo, como recompensa por la cena, besa a la mamá, a la que no se le ha movido un pelo luego de tanto cocinar y que probablemente tiene 10 años menos de lo que tendría una mamá de verdad.
Lo más gracioso es que, volviendo a la universidad, también aprendí ahí que los publicistas siempre deben decir la verdad, porque una marca no resiste una mentira en su comunicación. Pero en realidad, al pintar este mundo ideal, (usaré la palabra publicitaria “aspiracional”) no está mintiendo... ¿o sí?
Es una línea muy delgada, que se mueve de lugar para cada quien.
Entonces, resumiendo: el periodismo, que debe decir la verdad, miente. La ficción, que debe mentir, dice la verdad. Y la publicidad, que parte desde la premisa que lo que cuenta no es verdad, dice muchas verdades, pero también dice grandes mentiras.
¿Qué nos queda? Sacudir la información que recibimos para sacar lo cierto y lo falso. Pensarlo. Saberlo. Empoderarnos (el corrector me marca esta palabra, pero me mantengo firme ante mi elección de palabras) de nuestro cerebro y nuestra toma de decisiones. Dudar frente al periódico. Creer frente al libro. Discernir frente a la tele.
Suerte en ese viaje, amigos.