lunes, 10 de octubre de 2011

La Prueba

Recolectaron muestras de la sangre con cuidado y laboriosidad.  Inspeccionaron al cristo desde todos sus ángulos, sus resquicios, su base.  Levantaron la corona de espinas.  Revisaron el techo.  Entrevistaron a los campesinos corvos, al médico rural, al sacerdote esquivo.  Se dirigieron al carro, listos para emprender el largo regreso a la ciudad, donde los esperaban el laboratorio y un sin fin de pruebas y reportes.
Antes de subir, ella se libró de su bata blanca, la dobló y la puso sobre la tapa del motor, mientras se amarraba el cordón de su zapatilla.  Al levantarse, se encontró de frente con una gran mariposa azul, que abría y cerraba sus alas sobre la bata.  Permaneció inmóvil, mientras su corazón, más que palpitar, corría desbocado.  Alargó la mano.  La mariposa revoloteó y se posó, por breves instantes, en su dedo índice.  Él, que conocía sus fobias mejor que la fórmula del agua, congeló una mirada bifocal y sonrió ante la irrefutable comprobación de un absoluto milagro.

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